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[Reseña] El Mono: Demencial travesía sobre aceptar la inevitabilidad de la muerte

Tras Longlegs, Osgood Perkins abraza un hilarante y retorcido sentido del humor al adaptar este relato de Stephen King.

Las limitaciones obligan a improvisar y sacar a relucir la creatividad, llevando a que, en muchos casos, los resultados sean superiores a lo que inicialmente se planteó. En el caso de El Mono (The Monkey), la adaptación del relato homónimo que Stephen King publicó originalmente en 1980, el director y guionista Osgood Perkins (Longlegs) se vio a obligado a ingeniárselas ante la imposibilidad de ocupar un aspecto clave: el mono mecánico de juguete que da título a la película no podía tocar los platillos y la culpa es de Disney.

El gigante del entretenimiento registró al juguete con platillos por su aparición en Toy Story 3, de 2010, pero la limitación se convirtió en una oportunidad para el hijo de Anthony Perkins (Psicosis) al optar por darle baquetas y un tambor al mono.

Ahora, es imposible imaginar El Mono sin aquel tambor en el juguete de sonrisa y mirada escalofriante. El mecanismo para el maléfico mono termina funcionando de maravilla para la puesta en escena de esta demencial travesía que, más allá de su carnicería, tiene algo que decir.

Tras Soy la cosa bella que vive en esta casa, Gretel y Hansel y Longlegs, Oz Perkins abraza un hilarante y retorcido sentido del humor para presentar la historia de dos gemelos cuyo camino se cruza con el de este juguete mecánico. Al darle cuerda, terminan desencadenando una serie de horrendas muertes. No importa cuánto intenten deshacerse de este mono, la tragedia que los perseguirá por años.

Las comparaciones con Destino Final quedan cortas. Más allá de lo horripilante de las muertes excesivamente sangrientas -que hay muchas, muchísimas- por causa de rarísimos accidentes, Perkins, que escribe y dirige esta adaptación, se toma todas las libertades necesarias para hablarnos sobre la aceptación de la muerte como algo inevitable y mundano.

Es lo único de lo que no podemos escapar, eso es un hecho. No importa el tipo de vida que llevemos, da igual si nos cuidamos o no, "todos mueren, y así es la vida", como dice un personaje.

La travesía que nos entrega Perkins es precisa y al grano -se extiende por poco más de 90 minutos-, abrazando a la muerte como algo absolutamente natural, que es mejor tener cerca que temerle. Solo así podremos seguir por la ruta para bailar otro día.

Theo James, en su doble rol de los gemelos Hal y Bill, está tan bien que a momentos se nos olvida que son el mismo actor, moviéndose entre la extrema seriedad y la absoluta parodia para viajar por este demencial y negro periplo por el que nos lleva Perkins. El hombre es muy gracioso, con el espectador sintiendo ninguna culpa por reírse de la desgracia ajena.

Una gran impresión también es la que deja Tatiana Maslany (She-Hulk, Orphan Black) como Lois, la madre de los gemelos, y el joven Christian Convery (Sweet Tooth) como los hermanos en su infancia. Hay un par de cameos de actores que es mejor dejar a la sorpresa.

Aunque la película puede pasarse algunos pueblos en su exageración como para ser realmente convincente, El Mono se eleva varios puestos por sobre otros títulos del género con su retorcido humor negro y al dialogar sobre la aceptación de la inevitabilidad de la muerte. Además, no todos logran que un juguete resulte aterrador.

Esa horrible sonrisa nos persigue incluso al abandonar la sala.

El Mono se estrena el jueves 27 de febrero en los cines de Chile.