
[Reseña] Thunderbolts*: Dolor y redención en un mundo de superhéroes
Más allá de sus falencias, la película sobresale al abordar la exploración de la salud mental en un mundo de superhéroes.
No ha sido fácil para el Universo Cinematográfico de Marvel (MCU, por sus siglas en inglés) levantarse tras el impacto que tuvo el cierre de su Saga del Infinito en su gran narrativa, siendo un ejercicio de ensayo y error en búsqueda del norte para la franquicia. Tras la presentación de nuevos héroes que saltan a la primera línea y de múltiples líneas argumentales a desarrollar, algunas de las cuales quedan en el camino, a momentos hay luces de querer contar algo distinto.
Thunderbolts*, la película número 36 de Marvel Studios, queda a medio camino entre ser algo diferente y depender demasiado del gigantesco panorama narrativo en el que se desenvuelve, donde las referencias y la necesidad de conectar todo termina jugando en contra cuando lo clave está en abordar la exploración de la salud mental en un mundo de superhéroes.
Bajo la dirección de Jake Schreier (Paper Towns) y con guion escrito por Lee Sung Jing, creador de la serie Beef, en base a un primer borrador de Eric Pearson (Black Widow), la historia toma el concepto base de los cómics de Thunderbolts, creados por Kurt Busiek y Mark Bagley, al tener a un equipo formado principalmente por villanos redimidos.
Tras su presentación en películas y series previas, los caminos terminan cruzándose para Yelena (Florence Pugh), Bucky (Sebastian Stan), Ghost (Hannah John-Kamen), US Agent (Wyatt Russell), Red Guardian (David Harbour) y Taskmaster (Olga Kurylenko) a raíz de las acciones de Valentina Allegra de Fontaine, o simplemente Val, el personaje de Julia Louis-Dreyfus que se enfrenta a una posible destitución de su cargo como directora de la CIA.
Viéndose obligados a trabajar juntos, estos personajes considerados como descartables tendrán una última oportunidad de redención al encontrar un objetivo en común. Eso sí, alcanzar esa meta incluye un factor inesperado: Bob (Lewis Pullman), el poderoso Sentry, y la destructiva entidad que habita en su interior.
No se engañen. Puede ser una película sobre un equipo, pero esta es la historia de Yelena, con Pugh llevándose prácticamente todo el peso dramático del relato. Una decisión completamente acertada, con la actriz nominada al Oscar siendo una verdadera fuerza compasiva y con la cual uno puede sentirse identificado.
La asesina entrenada en la Habitación Roja, tal como su hermana Nat, está funcionando en piloto automático, esperando la siguiente llamada para partir a la próxima misión. No hay nada más que la motive, que la impulse, sintiéndose vacía y sin dirección. Concentrarse en el trabajo para escapar de las emociones que la abruman solo llevará a que la oscuridad de su interior termine por explotar, por mucho sarcasmo que ocupe para tratar de ocultar todo.
Centrar el relato en Yelena como guía resulta en la mejor decisión narrativa, porque el resto de los personajes no tienen el peso dramático que Pugh entrega al personaje. Son muy secundarios en una película de un equipo y, aunque tengan sus momentos, ninguno resulta ser tan interesante como sí lo es Yelena. Ni Stan con la mejor secuencia de acción de la película ni Harbour como alivio cómico y papá oso. Otro personaje sale de escena tan rápido que ni vale la pena dar cuenta de su presencia.
Louis-Dreyfus, por su parte, resulta en una carta segura con su personaje de Val que nos recuerda mucho lo que fuera su grandiosa Selina Meyer de Veep; mientras que Pullman es más llamativo en la dualidad de su rol que en el momento en el que entra en acción bajo la fórmula Marvel.
Por ello, volvemos a Pugh. Ella es el faro dentro de todo este caos de dolor y redención, en la búsqueda de la luz en El Vacío donde una muestra de apoyo y cariño puede ser más poderosa que un puño de un dios.
La música de Son Lux (Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo) también logra sobresalir dentro de la fórmula, con Schreier dejando en segundo plano la acción para dar prioridad a la exploración de la salud mental en un mundo fantástico, lleno de superhéroes y villanos, representando la depresión y la lucha contra la oscuridad interna de forma visual y material. Difícil no inmutarse o sentir una conexión emocional con esos aspectos.
Aquellos momentos, en los que nos movemos físicamente dentro del Vacío, dan cuenta de chispas de originalidad y de oportunidades para el equipo para jugársela fuera del área de seguridad. Eso sí, la falta de riesgos en estas aventuras cinematográficas ya va siendo importuna. Uno sabe qué personajes están a salvo y quiénes rápidamente son descartables, además de no modificar demasiado el statu quo.
Cuando la película, inevitablemente, lleva a conectar todo a la gran narrativa del MCU, es cuando menos interesante resulta. No muchas sorpresas hay cuando uno lleva mucho tiempo en este viaje -que posee dos escenas post-créditos-, incluyendo el * del título que se responde predeciblemente en la misma película.
Lo más importante está en la exploración del dolor, la salud mental y la búsqueda de redención en un entorno fantástico, con un potente personaje a cargo de Pugh como alma y centro de la historia. Eso es lo que termina quedando de Thunderbolts* al salir de la sala, más allá de las convenciones de este universo de historias conocidas.
Thunderbolts* llega a los cines chilenos desde su preestreno este miércoles 30 de abril.