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[Reseña] "Avatar: La Leyenda de Aang": Una adaptación con espacio para mejorar

Imposible no comparar constantemente la animación con el live-action, pero sin duda es mejor que la película.

Aprovechando el rotundo éxito que tuvo la adaptación del anime a live-action de One Piece, Netflix se fue con el vuelito a estrenar la esperada producción de Avatar: The Last Airbender (Avatar: La Leyenda de Aang), basada en la animación del mismo título creada por Bryan Konietzko y Michael Dante DiMartino que se emitió entre 2005 y 2008 por Nickelodeon.

Amada (y venerada) por fans durante casi 20 años, las aventuras de Aang, el Avatar capaz de controlar los cuatro elementos, y sus amigos han continuado a través de cómics, videojuegos, una secuela (La Leyenda de Korra) e, incluso, una adaptación cinematográfica en 2010 que, por ser amables, diremos que no es buena. Motivos para tener recelo sobre cómo es esta nueva serie, hay.

"Agua. Tierra. Fuego. Aire…" no es la primera frase que se escucha al dar play, porque, definitivamente, no comienza igual a la original. Y tampoco es igual a la serie animada, lo cual calza muy bien con el tono que quisieron dar a esta versión.

El mundo está en guerra hace 100 años, es, violento, triste y lúgubre. Toda una civilización, la de los Maestros Aire, ha sido barrida de la faz de la tierra y la esperanza de acabar la guerra reside en un niño de 12 años que debe desbaratar un imperio regido con ardiente puño de hierro.

 

Aang (Gordon Cormier), un maestro aire de 12 años, es el Avatar. Desapareció por un siglo y ahora debe aprender a controlar el agua, la tierra y el fuego para alcanzar su máximo potencial y restablecer el delicado equilibrio entre las naciones del mundo. Acompañado de sus amigos Sokka (Ian Ousley) y Katara (Kiawentiio), se enfrentará constantemente al Príncipe Zukko (Dallas Liu) de la Nación del Fuego. En resumidas cuentas, de eso trata esta temporada.

Desarrollada por Albert Kim luego de que los creadores originales Konietzko y DiMartino dejaran el proyecto por diferencias creativas, la nueva versión de Avatar goza de una buena historia adaptada al timming de ocho capítulos, un elenco de origen asiático y aborigen para representar correcta y respetuosamente a cada tribu y buenos efectos visuales de control de elementos que al fin se lucen en live-action.

Las coreografías de lucha son impecables (varios de los actores se encuentran entrenados en disciplinas de artes marciales, lo que le da autenticidad) y la música está al servicio de lo que sucede en pantalla, trayendo de vuelta el opening, el ending y cierto motivo musical que va a sacar lágrimas a los fanáticos más avezados, pero deben poner oído. Eso por la parte buena.

Lo malo es que, inevitablemente, se tiende a comparar con la obra original, y los cambios realizados a la narrativa entorpecen la experiencia para los fans clásicos.

Del capítulo uno al ocho se siente como una carrera para llegar del punto A) el Avatar reapareció, al B) el ataque a la Tribu Agua del Norte. Comprimir 24 capítulos en ocho no es fácil, pero dejar de lado las aventuras secundarias del Gaang le quita corazón a la historia.

A pesar de cada episodio dura alrededor de una hora, la serie es rápida y se siente fría y calculada, como la defensa de la Tribu Agua del Norte. De eso peca la serie: le falta el distintivo toque de inocencia que recuerda que, a pesar de todo, sus protagonistas son niños y se forjan como guerreros en sus aventuras recorriendo el mundo.

El elenco está bien balanceado. Gordon Cormier es un muy buen Aang, un niño dulce con el destino del mundo sobre sus hombros. El nuevo Príncipe Zuko (Dallas Liu), más enojado y emocionalmente vulnerable es impresionantemente bueno, al igual que la Princesa Azula (Lizzy Yu). La ira contenida y la necesidad de complacer a un padre dictador, el Señor del Fuego Ozai (Daniel Dae Kim) es demasiada angustia adolescente para los hermanos de fuego, que explotan constantemente y son brillantes en sus momentos más vulnerables.

En contraste, los hermanos Sokka (Ian Ousley) y Katara (Kiawentiio) de la Tribu Agua del Sur, tienen una dinámica que no cuaja del todo. En general, Sokka desentona. Sus momentos cómicos no lograron traspasarse exitosamente desde la animación, por lo que el no-maestro se siente un poco desperdiciado y Katara solo brilla hacia los últimos episodios.

De todas maneras, la temporada sienta una buena base para seguir contando la historia a futuro y, ojalá, sean temporadas más largas para dar tiempo al desarrollo de los personajes y no solo a la acción. Ambas cosas son importantes.

La temporada de ocho episodios de Avatar: The Last Airbender ya se encuentra disponible en Netflix.