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[Reseña] Destino Final: Lazos de Sangre | Implacable regreso

La muerte no perdona en la entrega más sangrienta de la saga y que, para bien, no teme reírse de sí misma.

La Muerte es un mal de familia en el implacable regreso de la saga de Destino Final (Final Destination), una que comenzó en un lejano marzo del 2000 y que nos enseñó a ver el peligro en cada situación, por más inocente que parezca.

Han pasado 15 años desde la última película, Final Destination 5, de 2011, y la franquicia necesitaba justificar su retorno a la gran pantalla. Ahí es donde entró la dupla de cineastas Zach Lipovsky y Adam B. Stein, que encabezaron Freaks de 2018 y que poseen una amplia experiencia en producciones televisivas. Tal era su entendimiento de la saga con sus complejos y mortales escenarios que, durante el pitch ante los productores mediante Zoom, "decapitaron" a Stein para demostrar su compromiso. Eran los candidatos ideales.

Fue así como lograron encabezar Destino Final: Lazos de sangre (Final Destination: Bloodlines), optando por elevar el nivel con muertes aún más brutales e imaginativas, siendo la entrega más sangrienta a la fecha. Pero la clave para que funcione este retorno fue la decisión de no tomarse muy en serio, sin temer en reírse de sí misma.

El concepto base sigue siendo el mismo. Hay un mortal acontecimiento y un personaje tiene una premonición sobre aquel evento, logrando engañar a la Muerte y salvar a muchas personas gracias a ello. Sin embargo, la Parca no perdona y empieza a cobrar las vidas de cada uno de los sobrevivientes de brutales maneras.

La diferencia es que, en esta ocasión, la historia cruza generaciones. El suceso mortal ocurrió en los años '60 y nuestra protagonista no lo vivió en persona, sino que lo revive una y otra vez en sus pesadillas. Atormentada por este violento sueño que pone en riesgo su estadía en la universidad, Stefani Reyes (Kaitlyn Santa Juana) decide buscar respuestas en su familia y no tardará en descubrir que todo fue real, con la espantosa muerte estando muy cerca de cada uno de ellos: nadie de su familia debió haber existido según los designios de la muerte y, como sabemos, ella no perdona ni olvida.

La visión de Lipovsky y Stein se sumó a la de Jon Watts, el director de la trilogía de Spider-Man con Tom Holland y cocreador de la serie Star Wars: Skeleton Crew, quien ejerció como uno de los productores y escribió el tratamiento para este nuevo capítulo. Guy Busick y Lori Evans Taylor, que poseen entre sus créditos Ready or Not y las últimas entregas de Scream, fueron los encargados de firmar el guion, donde optan por sacar provecho a su creatividad con sangrientas muertes que se encuentran entre lo mejor de la franquicia. Hay una que involucra a un scanner médico que es demencialmente brutal.

La carnicería es tan cruenta y divertida que sentirán culpa de celebrar, o reírse, en los momentos más inapropiados. Tranquilos, esa es la intención.

Como ya es tradición, la saga siempre suelta toda su artillería en el mortal suceso de inicio a la cadena de eventos futuros y acá no es la excepción, entregando la mejor secuencia inicial desde Destino Final 2 con su accidente carretero. La inauguración de una torre -sospechosamente, cinco meses antes de su plan original- aprovecha las cámaras IMAX para generar en el espectador la sensación de vértigo y tensión, en donde lo más común, como subirse a un ascensor o lanzar una moneda al aire, puede resultar en algo completamente angustiante.

Por mucho que los efectos prácticos resulten impecables, especialmente al ver a una doble de acción que salió del retiro para prenderse fuego a sus 71 años, los notorios efectos digitales terminan opacando aquel trabajo. A momentos se ven tan poco pulidos que distraen al espectador.

Otro cambio en la narrativa se observa en que ahora tenemos a una familia al centro de la historia, dejando atrás la tradicional secuencia de eventos en la que un grupo de desconocidos debe unirse para lograr engañar a la muerte. Todos se conocen en esta oportunidad y algunos traen equipaje, con dolor y traumas que impulsan sus decisiones, aunque al centro esté la necesidad de salvarlos a todos. Hasta el personaje más insoportable resulta encantador dentro de esta dinámica y uno realmente aboga por su salvación, llevando a que cada muerte sea más impactante que la anterior. De ahí que dé gusto que la promoción haya jugado a despistar, porque no todo se da como se anticipaba y, para fortuna de la audiencia, hay muchas sorpresas.

También hay respuestas, especialmente en lo que se refiere al personaje recurrente de Tony Todd, Bludworth, dando una despedida en pantalla a un ícono del cine de horror y emblema de esta saga. Pese a que le quita el misterio a su emblemático técnico de la morgue, el actor no merecía menos y hace que su adiós resulte tremendamente emotivo.

El mayor problema para esta sexta película de Destino Final está en un tema constante para la saga: el remate. Todas las historias de la franquicia flaquean en su desenlace y aunque algunas logran dar la sorpresa, como el giro de Destino Final 5, no siempre resultan favorablemente y más se apuesta por el golpe de efecto. Acá sucede esto último, siendo lo menos logrado de un trabajo que resultó bastante sólido y divertido en su progreso, rozando la autoparodia.

Lo mejor de Destino Final: Lazos de Sangre es que resulta una perfecta puerta de entrada a esta saga en la que la muerte no perdona, sin necesidad de haber visto las películas anteriores.

Cargada al humor macabro y las brutales muertes, es un capítulo que logra justificarse al ser un sangriento y entretenido escapismo para distraernos de la realidad. El regreso es implacable, pero sumamente bienvenido como panorama cinematográfico.

Destino Final: Lazos de Sangre se estrenó este jueves 15 de mayo en los cines.