
[Reseña] Tron Ares: Futurismo nostálgico y ensordecedor
Sin alcanzar el nivel revolucionario de sus predecesoras, sigue siendo un espectáculo visual fascinante.
Regresar a la Red en pleno 2025 no resulta tan revolucionario como lo fue con nuestro primer viaje al mundo digital en Tron, de 1982, pionera en la integración de la animación por computadora en las producciones cinematográficas, y Tron: Legacy, de 2010, que llevó todo un escalón más arriba para dar vida al universo online gracias a las tecnologías modernas de efectos visuales, en pleno boom del cine 3D.
Es que Tron: Ares, la tercera entrega de la saga, resulta en un ejercicio paradójico, pues estamos ante un capítulo que opta por observar más hacia su propio pasado, que revolucionar la experiencia cinematográfica hacia el futuro.
Futurismo nostálgico y ensordecedor, con la música de Nine Inch Nails saturando cada rincón de este viaje que sigue cumpliendo con lo esencial, ser un espectáculo visual fascinante.
La historia de Tron: Ares no olvida los eventos pasados y rápidamente expone en escenario actual, teniendo en el centro de todo a dos CEO en una carrera contra el tiempo para ganar la guerra de la innovación tecnológica, donde la Inteligencia Artificial (IA) es clave. Por supuesto, estamos hablando de dos corporaciones de nombre conocido, ENCOM y Dillinger Systems, lideradas en esta ocasión por Eve Kim (Greta Lee) y Julian Dillinger (Evan Peters), respectivamente. Líderes jóvenes con ideas revolucionarias, pero con objetivos muy opuestos.
Dillinger busca revolucionar la industria armamentista con programas y estructuras digitales que pueden ser reproducidas en el mundo real; mientras que Eve pretende usar esa misma tecnología para ayudar a la humanidad, permitiendo que creaciones digitales, como flora y fauna, puedan existir en zonas aquejadas por el cambio climático, pobreza, guerras y otros conflictos.
Para ello, ambos necesitan de una pieza clave, el Código de Permanencia, pues todas estas formas de vida y estructuras digitales de desintegran luego de 29 minutos. Quien controle aquel código, podrá dar permanencia a lo digital en el plano real.
Ahí es donde entra un sofisticado programa, Ares (Jared Leto), control maestro de los sistemas de seguridad de Dillinger y quien recibe la misión de obtener aquel código de Eve, ya sea en el mundo real como en el digital, pero el programa empieza a ir más allá de su programación. Ares quiere comprender lo que es sentirse vivo.
El giro protagónico, dando el foco titular a un programa a diferencia de los "usuarios" de las películas previas, es uno de los mayores aciertos de Tron: Ares, al tener a una creación digital tratando de dar entendimiento al fantasma en la máquina. Es un viaje de comprensión, no de control. Su búsqueda de la identidad y la permanencia resultan en los pasajes más atrayentes de esta historia, teniendo a un Leto -figura polémica en la actualidad- contenido, lo que le permite abrazar la encantadora curiosidad de su Pinocho digital.
Una impecable Greta Lee es el alma de todo este viaje, con su Eve representando lo mejor de la humanidad, cargada de buenas intenciones, pero que no puede dejar atrás el dolor por traumas pasados. Su viaje de vida es el impulso que necesita Ares para dejar atrás su programación y hallar su identidad. Jodie Turner-Smith como el programa Athena resulta en una poderosa y potente antagonista, cegada por las órdenes y la programación; mientras que Peters como Julian Dillinger no logra salir de los lugares comunes como joven CEO impetuoso y pasional bajo esos tatuajes con diseño de código.
Es el espectáculo visual donde, nuevamente, sobresale la saga de Tron, con Ares apostando menos por lo completamente digital y llevando gran parte de la acción al mundo real, entregando algunas de las secuencias más fascinantes que haya entregado la franquicia. Desde la persecución con las motos de luz en plena ciudad al caótico clímax, hay claras intenciones del director Joachim Rønning (Piratas del Caribe: La Venganza de Salazar, Maléfica: Maestra del Mal) de que lo digital se sienta palpable.
El mundo y los diseños de neón están de regreso, pero con un enfoque más industrial y ruidoso. Tal como la música de Nine Inch Nails, nuevamente el aspecto superior como lo fue Daft Punk con Tron: Legacy, lo que se pretende es que se sienta el ensordecedor pulso de la máquina tanto en el espectador como en su propia historia. Aunque llega a saturar y a momentos sea tanta la información que tengamos en la pantalla, todo va en la línea con la imperfección que se busca transmitir al hacer chocar estos dos mundos.
Pero aquel esfuerzo en el espectáculo flaquea cuando la historia, firmada por Jesse Wigutow (Eragon) y Jack Thorne (Enola Holmes), no corre con el mismo vigor, yendo por caminos previsibles que no dejan mayor sorpresa al espectador. Además, se va a la segura al asentarse en la nostalgia, siendo una película que habla más con su pasado que con su futuro. Las respuestas están en el bit, no en el exabyte. De ahí que la aparición del Kevin Flynn de Jeff Bridges sea menor y acorde a una secuencia nostálgica, donde se desborda amor por los clásicos. Es tanta la retrospectiva que, pensando en futuras sendas a explorar, sigue recurriendo a aquel pasado.
Sin alcanzar el nivel revolucionario de sus predecesoras, Tron: Ares sigue siendo un espectáculo visual fascinante. Futurismo nostálgico y ensordecedor, donde la música vuelve a ser el factor superior.
Tron Ares se estrena este jueves 9 de octubre en todos los cines.